Extracto del capítulo etología y motivación de la obra «Symploké», Gustavo Bueno, Alberto Hidalgo y Carlos Iglesias:
«Los etólogos europeos como Tinbergen y Lorenz, siguiendo la tradición de Whitman, Craig, Heinroth y Huxley han observado a los animales en su medio natural o en condiciones seminaturales de cautividad. Su primer objeto ha sido compilar un archivo completo o etograma del comportamiento de las especies estudiadas, y luego descubrir la función (ventaja selectiva evolutiva) de cada pauta de conducta. Un primer blanco de su atención fue la exhibición, pauta desarrollada para servir a una función principalmente comunicativa. Una pauta de conducta es provocada por un simple estímulo signo o estimulo desencadenante social, que actúa sobre un hipotético centro del sistema nervioso central, el mecanismo desencadenado innato. El desencadenador pone en marcha una respuesta motora estereotipada o acto consumativo. A menudo, un apetito mueve al animal internamente a buscar dos estímulos desencadenadores, de modo que un variable comportamiento apetitivo precede al acto estereotipado…
Las exhibiciones y otras pautas motoras constantes en las especies pueden usarse en los estudios taxonómicos como si fueran caracteres morfológicos. El estudio comparativo demostró que la selección natural puede producir un comportamiento comunicativo a partir de un comportamiento de no exhibición, en un proceso llamado ritualización… Los estímulos que producen muchas respuestas sociales pueden ser aprendidos muy rápidamente por los animales recién nacidos mediante el proceso de impronta. La impronta, a diferencia del condicionamiento y otras formas comunes de aprendizaje, es rápida, duradera y, al parecer, sin recompensas». (P. H. Klopfer: Introducción al comportamiento animal, pp. 95-96).
Harlow, por ejemplo, ha estudiado la dependencia maternal en los monos, llegando a la conclusión de que el amor de éstos a sus padres deriva principalmente del contacto corporal íntimo; para averiguar las preferencias de las crías de monos se utilizaban madres sustituías de felpa y alambre, comprobando que las crías pasaban la mayor parte de su tiempo aferradas a la madre de felpa, aun cuando la madre de alambre tuviera un biberón.
Harlow nos dice:
«Todos los resultados de las pruebas objetivas que hemos diseñado concuerdan en demostrar que la relación del mono pequeño hacia su madre ficticia es completa… El lazo profundo y permanente entre madre e hijo parece ser esencialmente el mismo, sea la madre real o un simulacro de felpa».
Las pautas de conducta más estereotipadas, pautas de acción fija, son el tema favorito de los etólogos. Lorenz nos explícita esta cuestión de manera contundente:
Y concluye:
«Ya no hay ninguna duda de que los animales en general heredan ciertos rasgos de conducta primarios. En los animales superiores tales rasgos tienden a ser enmascarados por la conducta aprendida, pero en seres como peces y aves se revelan con gran claridad. Estos patrones de conducta, deben estar enraizados de alguna manera en la carga fisiológica hereditaria común a las especies que los exhiben. Cualquiera que sea su causa fisiológica, forman indudablemente una unidad natural de herencia. La mayoría de ellos se transforman sólo de una manera muy lenta en el transcurso de la evolución de las especies y se resisten obstinadamente al aprendizaje individual: tienen una espontaneidad peculiar y una considerable influencia de los estímulos sensoriales inmediatos. A causa de su estabilidad constituyen, junto con las estructuras esqueléticas de los animales, que evolucionan de modo más lento, un objeto ideal para los estudios comparativos que aspiran a aclarar la historia de las especies».
La conducta de los monos, como la de los niños, parece estar motivada, en gran medida, por la curiosidad, hasta el punto que trabajarán durante largo tiempo, con sólo la conducta manipulativa como única recompensa. Monos de tres días se arrastran, incluso para llegar a una palanca que abre una ventana por unos breves instantes. Sin duda, esta tendencia tan acusada de curiosidad, sobre todo en animales jóvenes, es uno de los mecanismos responsables de los primeros aprendizajes y constituye una contribución esencial al éxito biológico de los primates. Del mismo modo que otras pautas de conducta preprogramada como pueda ser el tan discutido amor materno, estudiado, por Harlow, y que ejemplificamos en la siguiente figura.
Heinroth mostraba en 1910 cómo los ánsares seguían el primer objeto móvil que veían al salir del huevo y cómo estos gansos seguirán después a tal objeto con preferencia sobre cualquier otra cosa, llegando los gansos a preferir a Lorenz más que a sus propios congéneres al llegar la época del celo.»
«Symploke», 1988, Gustavo Bueno, Alberto Hidalgo y Carlos Iglesias.
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